¿Hay que comer más cuando hace frío?: qué dicen los especialistas

¿Hay que comer más cuando hace frío?: qué dicen los especialistas

6 de julio. Opinión de la Dra. Mónica Katz, Lic. Ana Cappelletti y la Lic. Marianela Aguirre Ackermann, Directoras y coordinadoras de Posgrados Favaloro, en Infobae.

Como si de una cuestión biológica se tratara, bajan las temperaturas y las personas se predisponen a elaborar comidas más calóricas. ¿Cuánto de verdad y cuánto de mito hay acerca de que el cuerpo necesita que se modifiquen los hábitos alimenticios durante el invierno?

Luego de varias jornadas con temperaturas por debajo de lo esperado para esta época del año en la mayor parte de Argentina, y ola de frío polar en casi todo el país, más de uno planea su fin de semana en torno a una comida suculenta.

Casi como una obviedad, cuando el frío apremia, las personas se predisponen a comer más de lo que habitualmente acostumbran.

Guiso de lentejas, polenta, locro, no queda plato típico por probar si de levantar la temperatura corporal se trata. Pero, ¿es real que el organismo necesita más calorías? ¿Cuánto hay de mito en eso de que “el cuerpo pide” ese tipo de comidas?

Consultada por Infobae, la médica especialista en Nutrición, directora del Centro Dra. Katz y de la diplomatura de Obesidad en Universidad Favaloro y miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), Mónica Katz (MN 60164) consideró que “es probable que un poco más de calorías se necesiten en invierno, pero es muy relativo, sobre todo en países como Argentina”.

Es que, según ella, “la mayor parte de la gente no trabaja todo el tiempo al aire libre”. “Con temperaturas como las de esta semana en Buenos Aires, por debajo de los diez grados, las personas en general se trasladan en colectivo, auto, subte, con lo cual en realidad en un país como el nuestro el requerimiento mayor calórico en invierno es un mito”, aseguró.

Dicho esto, agregó que “no quiere decir que en el invierno y con frío, con menos horas de sol, no haya mayor tendencia a quedarse adentro y comer, pero no es verdad que sea una necesidad calórica del organismo”.

Es más, de su conocimiento se desprende que “contrario a lo que se cree, en invierno es más fácil quemar calorías si se está expuesto al frío”. “Si se camina en la calle en días de frío como los de esta semana, el cuerpo tiene que hacer termogénesis, es decir, generación de calor para no hacer hipotermia”, explicó.

¿Cómo influye la menor cantidad de horas de sol en lo que elegimos comer en invierno?

“El acortamiento de las horas de sol afecta el llamado reloj biológico, que regula las funciones hormonales, metabólicas y conductuales, como el sueño y la alimentación, de manera particular en cada persona”, comenzó a explicar en este punto la médica integrante de los grupos de trabajo de Obesidad y de Cirugía Bariátrica de la SAN y directora de posgrados en la Universidad Favaloro Ana Cappelletti (MN 76523).

Según ella, “las variaciones en la producción de neurotransmisores como la melatonina y la serotonina influyen en el estado de ánimo”, y es por eso que “hacia el principio del invierno, muchas personas se sienten decaídas, sin ánimo, con falta de energía que recuperan cuando los días se alargan”.

En el mismo sentido opinó la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición Marianela Aguirre Ackermann (MN 151.867), integrante del Grupo de Obesidad de la SAN y del Comité de Obesidad de la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD), para quien “la menor cantidad de horas de sol en invierno puede influir significativamente en la alimentación y en la tendencia a comer más. Este fenómeno se debe a varios factores biológicos, psicológicos y sociales que afectan el comportamiento alimentario”.

Para ella, “tener menor cantidad de luz solar tiene su efecto sobre el ritmo circadiano, lo que puede alterar los patrones de sueño”. Asimismo, y en consecuencia, la falta de sueño adecuada “puede aumentar los niveles de grelina (hormona del hambre) y disminuir los niveles de leptina (hormona de la saciedad), lo que puede llevar a la sensación de mayor apetito”.

Y tras asegurar que “el estrés relacionado con el clima frío y la menor cantidad de luz puede aumentar los niveles de cortisol”, la especialista destacó: “El cortisol elevado está asociado con un aumento del apetito, sobre todo de ‘carbograsas’, como chocolates, facturas, panificados, galletitas y el almacenamiento de grasa, especialmente en la región abdominal”.

Además, hay evidencia acerca de que la menor luz solar también puede aumentar la producción de melatonina, lo que puede provocar letargo y una tendencia a buscar alimentos reconfortantes para mejorar el estado de ánimo.

En algunos casos, el llamado trastorno afectivo estacional “se caracteriza por un estado de ánimo deprimido, necesidad de dormir aún durante el día, sedentarismo, aumento de la ingesta y del peso corporal -ahondó Cappelletti-. La consulta médica puede ayudar a generar estrategias conductuales para pasar mejor el invierno y, en ciertos casos, puede ser necesaria la terapia psicológica y/o una medicación”.

Recomendaciones para dar respuesta a las necesidades del organismo sin ganar kilos

De todo lo dicho, se deduce que las ensaladas son menos aceptadas en esta época. Sin embargo, es importante no reducir el consumo de verduras de todos los colores para fortalecer el sistema inmunológico para prevenir resfríos, gripes y cuadros respiratorios.

Y dado que como se vio, en general, el frío invita a pasar más tiempo en casa y a consumir comidas calientes para reconfortarse, este medio pidió a las especialistas algunas ideas para poner en práctica.

En ese sentido, Aguirre Ackermann recomendó que “las verduras también pueden emplearse en preparaciones tibias o calientes. Conviene elegir formas de cocción sencillas y evitar el agregado de grasas. En este sentido, una opción son las hortalizas y legumbres de la temporada que pueden consumirse en preparaciones como cazuelas o woks”.

“Se puede, por ejemplo, hacer un budín o un soufflé con huevos y claras y queso descremado, salseado o gratinado con verduras cortadas en concassé”, sugirió.

Según Cappelletti, “muchos pacientes refieren que en invierno es más difícil cuidar la alimentación, en especial el consumo de verduras, frutas y yogures”, por lo que aconsejó que “la sopa puede resultar una gran aliada y convertirse en una comida completa si tiene verduras, algún carbohidrato como papa, batata, choclo, legumbres, avena, arroz o fideos y una proteína como huevo o queso”.

También es posible sumarle beneficios para la salud si se le agregan “unas semillas procesadas y un poco de cúrcuma y pimienta”. Las combinaciones son infinitas y para todos los gustos”, resaltó la experta.

Asimismo, sostuvo que “la comida de olla, como los guisos, con alguna carne magra y verduras, o en su versión vegetariana, con vegetales, legumbres y algún cereal como arroz, quinoa o cebada perlada, también son una buena opción para el invierno”. Siempre prestando especial atención a que las verduras ocupen la mitad del volumen servido en el plato.

Y para saciar las ganas de algo dulce, si bien Cappelletti reconoció que “es ideal consumir las frutas crudas”, aseguró que “se pueden hacer compotas o mermeladas para consumo en el día con manzanas y/o peras de estación, para comer tibias con yogurt y algún fruto seco, tanto en el desayuno o merienda”.

Extraído de: Infobae | Salud

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